Ambiciones

 En un laberinto de rosas mal pintadas, se alza majestuosa la figura de la ambición, con sus ojos luminosos y su seductora promesa de grandeza. Como un torrente se adentra en el corazón del hombre, encendiendo una llama, es la búsqueda incansable de logros y conquistas.

En su fragilidad y poder se despliega, como un abanico, en los pasos apresurados y corazones palpitantes de aquellos que se atreven.

Un eco lejano susurra en los oídos del anhelo, es el hambre insaciable que quiere alcanzar lo inalcanzable. Ahí su precio, exigiendo tributo por cada objetivo que se alcanza, no son más que la oscuridad y la renuncia.

En esa lucha se revela la complejidad del hombre, su dilema moral ante el tormento del ser, la dualidad del combustible y del veneno, donde los sabios serán humildes y los incautos ilusos. Así la ambición se convierte en un personaje en sí mismo, un protagonista capaz de desencadenar pasiones desenfrenadas y llevarnos a explorar los rincones más oscuros de la condición humana, perdiendonos así, en un laberinto de rosas mal pintadas.